2011 fue muy complicado para mí como escritor: si observáis mi cronología, veréis que hasta cuatro años más tarde no volví a publicar, y luego pasaron dos más hasta que, en 2017, y sobre todo, 2018, regresé con mayor ímpetu que nunca antes. Mi energía se ha renovado y es ahora mucho más fuerte. También mi determinación y experiencia.

Pero, por aquel entonces, estaba agotado. Quienes estéis empezando a escribir desde cero, sin tener a nadie que os asesore, como fue mi caso, sin duda en algún momento os daréis cuenta de lo difícil que resulta avanzar pese a todo el esfuerzo que pongáis en ello.

La literatura es para corredores de fondo en la gran mayoría de las ocasiones, y se debe dosificar. Y aun así, sigue siendo complicado alcanzar la meta: una maratón no es ninguna broma; como le ocurrió al héroe griego Filípides, se puede morir en el intento. En sentido figurado, lo mismo me sucedió a mí.

Fue en 2011. Pese a tener publicaciones en curso, decidí cancelarlas. Resultó duro, sobre todo por Los nubitas; realmente, me hubiera gustado haberlo visto publicado con la UNAM (razón por la cual estaba y estará dedicado este cuento a Marisa Tavera, que era quien coordinaba el proyecto en aquel momento y, por cierto, ahora está teniendo mucho éxito con Lost en el gabacho, me alegro mucho por ello, ya lo sabe). Pero necesitaba descansar, no podía ser de otra forma, había llegado al límite de mis fuerzas.

En fin, digo todo esto porque las obras que había publicado con anterioridad siguieron su curso sin mí. Estuve completamente alejado y, por eso, me sorprende y me alegra tanto ver ahora lo que consiguieron por sí mismas, sin que su creador se preocupara por ellas en todos estos años. Y es por esta razón por la que, algunas menciones que hubiera comentado en su día, van a llevar tanto retraso en el tiempo. Es el caso, por ejemplo, de la reseña que realizó el escritor y maestro Pedro Camacho de Las preguntas de Nair, en la que comenta:

«El libro es una delicia».
«Unos cuentos que aunan la belleza con el conocimiento del mundo».
«Miguel Ángel nos da una lección magistral al introducir la magia que existe entre un abuelo y su nietecita».
«Valoración: Excelente».

Aprecio mucho su criterio; no nos conocemos en persona, pero sí que coincidimos en la misma editorial, Edimáter, igual que otros autores de nuestra generación que hoy día están teniendo mucho éxito y proyección.

Sin duda, Maite Nieto, la editora, tuvo muy buen ojo para identificar el talento. Pedro no es una excepción; si no habéis leído aún alguna obra suya, os recomiendo Caballero de dragón (El Caballero del Santo Reino). Creedme, es muy, pero que ¡muy buena! Ahora mismo es bestseller en Amazon en ficción histórica infantil. No me extraña. ¡Bien merecido! Si la leéis, comprenderéis por qué valoro tanto su reseña acerca de Las preguntas de Nair.