Las preguntas de Nair: Grecia, ¡en noviembre!

Este mes de noviembre, ¡estará disponible el segundo libro de Las preguntas de Nair! ¡Queda muy poquito ya! Como siempre, para premiar a quienes me seguís, el lanzamiento irá acompañado de una campaña de promoción gratuita por tiempo limitado, así que ¡estad atentos! De momento, ¡un avance!


1
Hermes


El segundo día en Atenas fue, para Nair y el abuelo, en parte, inesperado. Después de salir del hotel y atravesar la plaza Monastiraki, se adentraron en el barrio de Plaka, tal y como había planificado el abuelo porque, según decía, la mejor manera de conocer una ciudad era callejeando.
Nair supuso que era una opinión bastante extendida, ya que había muchos turistas de diferentes nacionalidades, entremezclándose con representaciones de divinidades y héroes antiguos. En lo alto, estaba la Acrópolis ―donde se encontraban los vestigios más importantes de su pasado, como el Partenón y el Templo de Atenea―, y hacia allí se dirigían cuando Nair vio que una estatua de Hermes, el mensajero de los dioses del Olimpo, ¡se movía para seguirla con la mirada!
Dio un respingo y se aferró al abuelo. Y más se asustó cuando él también se sobresaltó.
―¡Abu! ―gritó apretando más fuerte.
Pero el abuelo, tras la sorpresa inicial, había recuperado ya la compostura y acariciaba su cabello.
―Es un mimo, Nair ―dijo―, muy logrado, eso sí. Este tipo de arte también tiene su origen en la Antigua Grecia, ¿sabías?
Nair dudaba; observándolo, estaba segura de que era una estatua. Sin embargo, como le sonrió y extendió su mano para regalarle una flor, se tranquilizó un poco. Luego, pronunció unas palabras que no entendió, pero que el abuelo tradujo:
―Dice que solo crece aquí, y que te traerá suerte en tus viajes.
Era de color rosa, y olía muy bien. Con el mismo semblante amable, le entregó una tarjeta al abuelo.
―El oráculo de Delfos… ―leyó mientras, quien se la había dado, guiñaba un ojo a Nair antes de recuperar su pose previa.
―¿Y eso qué es?
―Un santuario donde los griegos consultaban su destino a los dioses ―explicó el abuelo sin apartar la vista de la cartulina―. Al parecer, se celebrará hoy allí una ceremonia similar a las de antaño.
Nair pensó que, quizá, aquello no fuera una casualidad. ¿Por qué sino se había fijado en ellos? Pasaron muchas personas, antes y después, y con ninguna otra había interactuado. Lo normal sería que, si estuviera repartiendo publicidad, lo hiciera en más ocasiones; pero no, había sido la única. Además, ¿quién no querría conocer su futuro, al menos, lo bueno por venir, que es sobre lo que preguntaría? Concluyó que era una oportunidad, y no la iba a desaprovechar.
―¿Podemos ir? ―El abuelo no aparentaba estar muy convencido, así que insistió―: Venga, ¡porfa, porfa, porfa!
―Bueno, no es lo que teníamos planeado, pero supongo que la Acrópolis seguirá estando ahí mañana, y como parece que te hace ilusión…
―¡Mucha ilusión! ―recalcó Nair, sabiendo ya, por la expresión del abuelo, que ese día visitarían el oráculo de Delfos.