El domingo 1 de agosto tuvo lugar en la Feria del Libro de A Coruña la primera presentación y firma de ejemplares en la ciudad herculina de Este circo es un desastre, El bazar de los sueños y Las preguntas de Nair.

Es de agradecer la presencia de todos los asistentes, que hicieron que el evento se convirtiera en una velada emotiva, especialmente por la presencia de Javi e Inma, Borja e Ipek, Raquel y Javi, Álvaro y Bea, Iria, Fuco y Jeza, Pintu, Fernando, Lolo, Erik y Ana.

También un sentido agradecimiento a la organización del evento por permitir que la firma de libros se alargara en la carpa de presentaciones. Fue curioso entrar en ella con el bullicio de la Feria de fondo y al salir ver las casetas cerradas y en silencio, descansando tras el concurrido primer día de la inauguración.



Marina Seoane (izda.), Miguel Ángel Villar y Mar del Valle (dcha.)


Discurso de la presentación:

A la literatura infantil se la suele considerar un género menor, especialmente frente a la novela, y sin embargo, tiene una importancia crucial. De los medios de entretenimiento de los que disponemos hoy día (la televisión, el cine, los videojuegos y la literatura), el que potencia en mayor medida la imaginación y la creatividad es la literatura.

La televisión, el cine y los videojuegos no implican ningún esfuerzo de imaginación porque todo es dado a través de la pantalla. De hecho, imaginación e imagen proceden de la misma palabra, y están íntimamente relacionadas en el sentido de que la imaginación es la capacidad de «crear» «imágenes» en la mente. Está claro que al ver las imágenes ya en la pantalla, no necesitamos recurrir a la imaginación.

En cambio, la literatura, al ser texto el soporte principal, nos obliga a imaginar aquello que se está contando, potencia la capacidad que nos define como humanos, y que tan necesaria es tanto para el progreso como para nuestra vida diaria. Todo lo que existe a nuestro alrededor primero alguien tuvo que imaginarlo para después crearlo. Y lo mismo sucede con las soluciones a los problemas que surgen a lo largo de nuestras vidas. Por ejemplo, con la crisis, está fallando la imaginación y la creatividad, porque no somos capaces de imaginar un sistema mejor que el que tenemos. En fin, problemas siempre los ha habido y siempre los habrá, pero desde luego, resolverlos mejor o peor dependerá de nuestra capacidad imaginativa. Cuanta más tengamos, habrá más posibilidades de encontrar la mejor solución. Cuanto más limitada, más difícil será.

Y lo cierto es que pocos recursos existen tan potentes como la literatura para desarrollarla. Supongo que por esta razón decía Einstein: «Si quiere que sus hijos sean brillantes, léales cuentos de hadas. Si quiere que sean aún más brillantes, léales aún más cuentos de hadas». Y es que realmente, la literatura infantil no es un género menor, sino el gran pilar de la literatura. Si los niños no leen en la infancia, difícilmente lo harán en otras etapas de su vida.

Ahora bien, aunque la literatura tiene estos pros, también tiene sus contras. A diferencia del entretenimiento audiovisual, ligado a nuestros instintos primarios de comprensión a través de la visión y los sonidos, leer implica un aprendizaje que no es natural, es decir, requiere el primer esfuerzo consciente por parte del niño de memorizar un código, y es lógico que, por esta causa, relacione las letras con eso que, seguramente a todos, más de una vez, nos ha parecido aburrido: «estudiar».

Por eso, lo más importante para mí, cuando escribo un libro infantil, es que sea, por encima de todo, entretenido. Lo que busco es que el niño se divierta, que quiera seguir leyendo, y la historia, tenga la finalidad que tenga, ha de responder siempre primero a este criterio. Hay que tener mucho cuidado con esto porque los adultos, si leemos una novela mala, sabemos que hay otras que son buenas, o no tan malas; pero un niño no. Si su primer libro es aburrido, el segundo también, y el tercero igual, pues lo más probable es que no quiera leer un cuarto. Y si lo único que lee son libros de texto, o lecturas obligatorias en las que el entretenimiento no cuenta, seguramente habrá que darlo ya por perdido.

Es así como yo lo entiendo, razón por la cual, incluso en los libros que tienen un fin pedagógico, como es el caso de Las preguntas de Nair, intento que el niño se divierta y olvide que está aprendiendo. En él se habla, entre otras cosas, de los ciclos del agua, de los planetas, de la formación del universo… A un niño puede parecerle pesado aprender estas nociones, pero haciendo de ello una aventura, resulta más sencillo. Por ejemplo, los ciclos del agua se explican con Aguamarina, una gota de mar que un día decide abandonar el océano para averiguar lo que hay más allá. El sol hace que se evapore y acaba en las nubes. Después cae sobre un pájaro que, volando, la llevará hasta el Polo Norte, donde se quedará congelada, aunque finalmente consigue volver a casa. Cuando les cuenta a las otras gotas de mar las aventuras que ha vivido y todo lo que ha visto (pájaros, pingüinos, ballenas), las demás tienen envidia, así que deciden viajar ellas también. Ésa es la razón por la que llueve, porque Aguamarina y sus amigas están viajando por el mundo.

Y lo mismo sucede con los otros cuentos de este libro; lo inanimado cobra vida, y a través de historias sencillas ajustadas a la edad de lectura, se explica cómo se forma el universo (a causa de un resfriado y un gran estornudo); con Rocadura, cómo surgen y desaparecen las montañas; cómo giran los planetas (para tomar el sol)… Cada cuento da explicación a conceptos que más tarde, en la enseñanza, en la asignatura correspondiente, serán tratados desde un punto de vista más formal y con mayor profundidad. Las preguntas de Nair supondría una base de la que partir, para que llegado el momento estos conocimientos no les sean del todo ajenos. Ésa es la intención de este libro.

Por otra parte, El bazar de los sueños refleja una inconformidad mía con la infancia. Me encantaban los cuentos de Andersen, de Perrault, de los Hermanos Grimm, y cuando se terminaron, deseé que hubiera más. Después descubrí a Afanasiev, a Óscar Wilde y a otros muchos, pero también se volvieron a acabar, así que finalmente el remedio que encontré para tener nuevos cuentos, fue escribirlos yo mismo. Como curiosidad, uno de los cuentos de la colección está protagonizado por Breogán, el héroe mítico de Galicia.

En cuanto a Este circo es un desastre, de los tres, es el que está dirigido a los más pequeñitos (7 años, los otros dos a partir de 8). Así que, lo esencial para mí con este libro es que los niños se diviertan por lo que decía antes; cuanto más pequeños sean los lectores, más difícil les será leer, y la historia debe motivarlos, y la verdad, no se me ocurre mejor forma de hacerlo que a través del humor. Es un circo disparatado, en el que el equilibrista tiene vértigo, el mago pronuncia casi siempre mal las palabras mágicas, el presentador tiene afonía… bueno, ya os podéis imaginar la de cosas que pueden pasar en un circo como éste.

Y ya por último, que no menos importante, están las ilustraciones que acompañan a los libros. Se suele decir que enriquecen los textos, pero realmente pienso que va más allá; son imprescindibles. Un libro sin portada, aparte de que no creo que tuviera mucho éxito en el mercado, no se diferenciaría en nada de los otros salvo en el grosor. En cierta medida, las ilustraciones son como la ropa que se pone un libro para salir a la calle, y los ilustradores son quienes los visten. Es más, en novela quizá ahí termine su trabajo; pero en infantil, su importancia es todavía mayor porque suponen un elemento visual que no les hace tan ajeno a los niños los libros, sirviendo también para que puedan abstraerse un poquito de la lectura, para poder descansar antes de seguir leyendo.

Es por esa razón por la que he esperado a hacer la presentación de los libros hasta ahora, porque pienso que merecen el reconocimiento como autores que también son. Rafael Jiménez, el ilustrador de Este circo es un desastre, era complicado que viniera porque es de Sevilla, pero a mi lado están Marina Seoane y Mar del Valle, a quienes cedo la palabra.